Miami, FL, 10 de diciembre de 2024.
Más de 75 premios Nobel han firmado una carta en la que instan al Senado a no confirmar a Robert F. Kennedy Jr, el candidato elegido por el presidente electo Donald J. Trump para dirigir el Departamento de Salud y Servicios Humanos y un conocido antivacunas. La carta, a la que ha tenido acceso el diario The New York Times, es la primera de la que se tiene constancia en que un grupo de galardonados cierran filas contra una elección del Gabinete, según Richard Roberts, ganador del Nobel de Fisiología y Medicina en 1993, que participó en la redacción de la misiva. El laureado club de investigadores y académicos no suele pronunciarse públicamente en cuestiones políticas, subrayó Roberts, y menos aún, de consuno.
El principal argumento que esgrimen los Nobel es que, bajo la dirección de Kennedy, la salud pública estaría en riesgo. En palabras de Roberts, la confirmación de Kennedy, un crítico acérrimo de la medicina convencional, pero también de las Big Pharma (las grandes multinacionales farmacéuticas), es una amenaza que los premios Nobel no pueden ignorar. Kennedy se ha mostrado repetidamente contrario a los científicos y a los organismos cuya supervisión recae en el Departamento de Salud. “Estos ataques políticos a la ciencia son muy perjudiciales. Hay que levantarse y protegerla”, ha declarado Roberts.
Los laureados cuestionan la idoneidad del candidato, de quien aseguran que “carece de credenciales” en medicina, ciencia o administración, para dirigir el departamento responsable de proteger la salud pública y financiar la investigación biomédica. “Poner al Sr. Kennedy al frente del DHHS [siglas en inglés del Departamento de Salud y Recursos Humanos] socavaría el liderazgo mundial de Estados Unidos en las ciencias de la salud”, advierte la carta.
Si es confirmado por el Senado, avisan los firmantes de la carta, la conocida oposición de Kennedy a herramientas de salud pública bien establecidas, como las vacunas y la fluoración del agua potable, supondría un riesgo para el bienestar del país. La carta también denuncia la promoción de teorías conspirativas por parte de Kennedy, entre ellas, vincular falsamente las vacunas con el autismo, su rechazo de las pruebas científicas que demuestran que el VIH es el causante del sida y su denuncia de que el coronavirus fue especialmente dirigido a blancos y negros, y que los chinos y los judíos son inmunes al virus. Lejos de disculparse ante la polémica que causaron sus palabras, durante su campaña como precandidato presidencial demócrata, Kennedy arremetió en la red social X (antes Twitter) contra el medio que había publicado esas declaraciones racistas. Su familia, y en especial su hermana Kerry, han renegado públicamente de él por considerar que mancha el legendario apellido.
Kennedy ha amenazado con despedir a los empleados de la FDA, la agencia federal de alimentos y medicamentos, que según él ha librado una “guerra contra la salud pública”, y ha prometido sustituir a cientos de empleados del NIH, siglas en inglés del Instituto Nacional de Salud, uno de los centros más punteros del mundo en investigación médica, al día siguiente de la toma de posesión de Donald Trump, el próximo 20 de enero. Según el nominado, antiguo demócrata reconvertido a la religión trumpista —abandonó el tradicional partido familiar desde el que lanzó su candidatura para concurrir a la Casa Blanca como independiente y luego aparcar la carrera y respaldar a Trump—, los inmunólogos deberían “ser encerrados en la cárcel y tirar la llave” después. La FDA y el NIH son dos de las principales agencias del Departamento de Salud.
Si supera la prueba del Senado, Kennedy dirigirá un departamento formado por 13 agencias federales con un total de 80.000 empleados, y del que depende no solamente la política sanitaria del país, sino también la regulación de medicinas y alimentos, así como los principales programas públicos de cobertura sanitaria, Medicare y Medicaid. Su nominación fue recibida con estupor por la comunidad científica, algunos de cuyos miembros recordaron su responsabilidad en uno de los peores brotes de sarampión de los últimos tiempos, al inundar Samoa de información errónea, lo que provocó que la tasa de vacunación cayera en 2018 a un nivel peligrosamente bajo. Al año siguiente, cuando un viajero llevó el sarampión a las islas, la enfermedad hizo estragos entre la población, contagiando a más de 5.700 personas y matando a 83, la mayoría niños pequeños.
Fuente: El País